Por Emilio Gómez
Han hecho anuncios para la televisión, cortinillas para MTV y unos cuantos videoclips, el más conocido el de Sledgehammer para Peter Gabriel. Pero sus verdaderas pasiones los han arrastrado a ser unos de los más apreciados artísticamente -e ignorados por el público- creadores de animación fílmica del mundo.
Sus trabajos son verdaderas obras de alta artesanía que se suelen ceñir a la animación, aunque ya se han visto inducidos por las imágenes en movimiento natural con actores. Ellos lo mezclan con maestría, con bajo presupuesto, sin posproducción, y siempre sin salir de su universo que se mueve en las lindes oscuras de la existencia, en la penumbra de todas las cosas, en ese lugar del arte puro que suele estar escondido.
Nacieron estos gemelos en 1947 cerca de Philadelphia, pero se mudaron a Londres a finales de los 60 para completar sus estudios en el Royal College of Art. De su pueblo original viene su gran interés por la cultura europea en la vena más surrealista y expresionista, por artistas como el animador checo Jan Svankmajer, el pintor alemán Max Ernst o el escritor polaco Bruno Schulz, gran musa de muchas de sus obras. Pellízquense ante sus declaraciones, lo de Kafka era de chiste.
Han hecho anuncios para la televisión, cortinillas para MTV y unos cuantos videoclips, el más conocido el de Sledgehammer para Peter Gabriel. Pero sus verdaderas pasiones los han arrastrado a ser unos de los más apreciados artísticamente -e ignorados por el público- creadores de animación fílmica del mundo.
Sus trabajos son verdaderas obras de alta artesanía que se suelen ceñir a la animación, aunque ya se han visto inducidos por las imágenes en movimiento natural con actores. Ellos lo mezclan con maestría, con bajo presupuesto, sin posproducción, y siempre sin salir de su universo que se mueve en las lindes oscuras de la existencia, en la penumbra de todas las cosas, en ese lugar del arte puro que suele estar escondido.
Nacieron estos gemelos en 1947 cerca de Philadelphia, pero se mudaron a Londres a finales de los 60 para completar sus estudios en el Royal College of Art. De su pueblo original viene su gran interés por la cultura europea en la vena más surrealista y expresionista, por artistas como el animador checo Jan Svankmajer, el pintor alemán Max Ernst o el escritor polaco Bruno Schulz, gran musa de muchas de sus obras. Pellízquense ante sus declaraciones, lo de Kafka era de chiste.
En estos tiempos de rutilantes estrellas, ¿dónde reside la gran atracción de la zona gris?
Para nosotros la zona gris es el lugar donde nadie mira, donde nadie busca “eso”. Es como una especie de refugio para ciertas verdades invisibles.... las grandes verdades que siempre merodean en el perímetro de la vida y que nunca se tienen en cuenta, por lo que también minan la estabilidad.
¿Os sentís cómodos en las sombras?
Probablemente somos como esas plantas de los bosques que sólo pueden sobrevivir con una luz mínima. O como ciertos peces que viven en las profundidades y que explotarían si ascendieran demasiado. Hay un mundo secreto ahí fuera que hay que pulsar y que no coincide con nada de lo que creemos o que creemos que sabemos... Es la atracción de lo singular y de lo oculto.
Sentís una gran pasión por la música, el teatro, la danza y el ballet. ¿Qué importancia dais a vuestros trabajos teatrales y operísticos?
Para nosotros se trata de cómo un conjunto se fusiona en un potencial fabuloso, que es lo que más nos atrae, una forma de arte que propone multitud de cosas y por tanto es mucho más provocativa. Y la composición musical es la narrativa indefinida más grande, la más misteriosa e innconmensurable dramaturgia a la que jamás podríamos aspirar.
Un aspecto realmente desconocido de los Quay es su relación con nuestro país. Además de haber estado hace poco en La Casa Encendida presentando una retrospectiva propia, han contado en sus trabajos con los talentos de Tamara Rojo o Assumpta Serna, y tienen en César Sarachu a su actor fetiche.
¿Qué habéis visto en Sarachu?
A César lo adoramos... y sabemos que está teniendo mucho éxito en la televisión con Camera Café. Lo vimos en Londres interpretando el papel de Bruno Schulz en una versión teatral de la obra de Schulz La calle de los cocodrilos, y le pedimos tímidamente si quería interpretar el papel de un criado en nuestro primer largometraje, Institute Benjamenta, y aceptó. Tuvimos la oportunidad de descubrir cosas e improvisar con él, y fue una dulce revelación. Así que le pedimos que fuera protagonista en The Piano Tuner of EarthQuakes. Quedamos muy impresionados con lo que propone con su físico y por ciertas cualidades como clown que todavía no hemos sido capaces de explotar. Pero parece que solo somos capaces de hacer un largo cada diez años, y lo más triste es no poder experimentar más a menudo con alguien único y de un calibre como el suyo.
¿Cómo os fue por La Casa Encendida el pasado febrero?
Muy emocionante, sobre todo porque nos invitó una poetisa. Pero además es un sorprendente foro artístico y nos hemos enamorado totalmente del lugar.
Sois conocidos por tener una conexión mental muy fuerte entre vosotros dos: ¿verdad o mito?
Bueno, hay que tener en cuenta que hemos sido gemelos idénticos toda nuestra vida... es inevitable que desde el punto de vista de un extraño podamos caer en una cierta mitología por el hecho de ser gemelos. Sin embargo, nosotros solo nos damos cuenta cuando hay gente que mira, se muestran curiosos, o incluso sienten envidia... Pero para nosotros es algo completamente normal, y es útil a la hora de crear.
¿Vuestros próximos proyectos?
Ahora mismo estamos rodando para el concierto Live S.O.S. Y también estamos intentando sacar adelante un nuevo largometraje basado en Sanatorio bajo la clepsidra, de Bruno Schulz. Esto nos llevará probablemente otros diez años, a lo mejor más, lo que no nos sorprendería porque si algo nos ha enseñado la animación es todo acerca de ese secreto ungüento entre las orejas llamado paciencia.