6.4.08

IN MEMORIAM

Xabin Egaña
Pintor, escenógrafo y diseñador gráfico, nace en la villa de Oñate, Gipuzkoa, en 1958. Residió y trabajó en Vitoria-Gasteiz, en Estíbaliz, después de haber vivido en San Sebastián, Barcelona, Bilbao, Alemania, Nueva York y Noruega. Frecuentó muy joven la academia particular de José Antonio Sistiaga en la capital donostiarra. Realizó posteriormente estudios en la Escuela Massana de Barcelona, licenciándose en la especialidad de Bellas Artes por la Universidad del País Vasco en 1986.
Recibió clases de grabado por parte de Don Herbert en Donosti y de Lauren Allende en Gasteiz. Conocimientos que aplicó a la ilustración del libro Oinez (A pie), editado en 1998, y que es un compendio de las impresiones acumuladas en una serie de viajes que efectuó tres años antes caminando en contacto con la naturaleza. A lo largo de su carrera colaboró también en diferentes escenografías y diseños para grupos de música y teatro. Ejerció la docencia durante cuatro años.
Participó en varias ediciones de los Certámenes de Artistas Noveles de Gipuzkoa, resultando premiada su obra en la edición de 1988, y acudió a un número destacado de colectivas de distinta naturaleza, entre las que sobresalen Bellos Grupos de Arte en Bilbao y San Sebastián, en 1987; ABC No Rio en Nueva York, en 1992, y Arte y Viaje, en el Koldo Mitxelena de San Sebastian, en 1998.
En octubre de 1999 fué seleccionado en la Anual Plástica de Arte Contemporáneo que organiza el Ayuntamiento vitoriano en el Centro Cultural Montehermoso. En diciembre de ese mismo año figuró en la VII Anual Amárica de la Diputación alavesa, Sala Amárica, con tres grandes lienzos abstractos de naturaleza matérica.
Ligado a un proceso de trabajo con distintas técnicas como el óleo, el temple al huevo y los collages, Xabin Egaña introdujo en sus cuadros una creciente preocupación por los valores texturales y rudos de la materia, dejándose arrastrar por la propia experiencia plástica, subrayando con trazo gestual el mismo acto de pintar. Se inspiró en la naturaleza y gustó, por tanto, de formas orgánicas e inconcretas, jugando en las superficies de los lienzos con roturas y cortes. Además, un interés casi alquimista por el tratamiento de los pigmentos, confiere a estas obras una pátina brillante, que contribuye, sobremanera, a resaltar todavía mucho más la propia plasticidad de las piezas.
Esta labor de investigación y creación adquiere una proyección personal en sus libros de viajes a través de dos lenguajes complementarios, como son el plástico y el literario. Con Oinez, descubrió el paisaje del norte de Europa, y con Diario de un peregrino, el camino de Santiago se plasma en un cuaderno de acuarelas que muestra la geografía que rodea al peregrino junto con las impresiones y recuerdos del pintor.

1997 mixta/papel. 9,2 x 11,5 cm