Pocas veces tiene uno la impresión de encontrarse con una pintora profunda y de verdad, y en este caso se produce sin duda alguna. Se vuelve a repetir la misma impresión que tuve cuando penetré hace un año en la sala de Galería Drum, y se volvió a repetir cuando bajé las escaleras de Galería 16 de Donostia cuando se estaba montando la actual exposición de esta artista alemana afincada desde hace años entre nosotros.
Bárbara Stammel presenta sobre papel y lienzo una serie de rostros de su hermana, algunos niños y adultos, adscritos al realismo expresivo en los que vuelca con pasión y fiereza, con verdad y frialdad todo un cúmulo de sensaciones y vivencias sobre la deshumanización del ser humano en la sociedad en la que vivimos, nos deconstruimos, y nos vamos descomponiendo poco a poco, por múltiples y diversos factores y motivos.
Se trata de rostros frontales, o ligeramente ladeados, trazados sobre fondos neutros y blancos, en los que a manera de fotografías de fotomatón, nos presenta retratos, fundamentalmente de mujeres, con miradas fijas o perdidas, que reclaman rabiosamente nuestra atención, desde la soledad, la fiereza o la total brutalidad de la propia existencia y su propia vida. Desarrolla para ello una pincelada, paletada, o la propia mano con la que pinta, magra y cargada en ocres, rosas y rojos, como a manera de trallazos de pintura, para descarnar todavía mas la piel del ser humano, y dejarnos su existencia en carne viva. Es precisamente ahí cuando comienza el juego con otro tipo de miradas y lecturas mas profundas, cuando tras la fiereza del trazo y la textura de la piel, logra algo que la fotografía nunca logrará plasmar, la hondura y profundidad del alma humana a través de la pura y simple textura. Y sin embargo la intersección de lenguajes bien puede enriquecerse mutuamente y plantear un diálogo fértil y abierto en todos los sentidos.
De este modo resultan verdaderamente fuertes y cargados de un realismo brutal los retratos de su hermana, los de algún niño negro, algo mas tierno, y cargado de colores y sueños sobre su cabeza, o el magnífico retrato ladeado femenino que preside la ‘‘Stanza’’ de galería. Hay en este retrato muchas horas de reflexión y consciencia sobre la realidad descarnada de la mujer, como animal sensible y doliente en este planeta. Nos descompone y reta con su mirada, nos descentra con sus carnes rojas, nos pide en definitiva, atención y confianza. Algunas relecturas de Bacon, de Freud, de Hooper, de muchos realistas y expresionistas del siglo XX están en la base y el depósito mental de esta artista, cargada de fuerza y de sagacidad para penetrar en la intránima del ser humano. Edorta Kortadi en el Diario Deia el 1 de Octubre de 2005