26.6.08

CINCO LOBITOS

Entrevista a Javier Olivares publicada en la página de la Asociación Profesional de Ilustradores de Valencia y realizada por Alejandra Hidalgo el 5 de marzo de 1998
Pregunta: Javier, preséntanos a los otros lobitos.
Javier Olivares: Eduardo Alvarado es el lobito más joven. Publicó Caja de Ruidos que fue el primer tebeo de la editorial Malasombra. Luego se ha dedicado a la pintura y ha hecho algo de prensa. Víctor Aparicio tiene bastantes facetas: pintor, cantante del grupo Los Coyotes (actualmente Víctor Abundancia sólo). Diseña, tiene un estudio de diseño que se llama Pocateja, con otro compañero suyo. Es el lobito más activo. Carlos Puerta es "el lobito raro". Así lo hemos bautizado, por ser el más realista dentro de las tendencias de los demás. A Carlos se le conoce últimamente por ser el ilustrador de las novelas de Alatriste, de Pérez Reverte, que le han lanzado a la fama y a la buena vida. Javier Vázquez también pinta, y se gana la vida como puede ilustrando libros de texto. Estudia psicología, con lo cual supongo que tarde o temprano nos abandonará a los ilustradores y se convertirá en un trabajador con sueldo. Pondrá una consulta, dará clases... algo serio.
P: ¿Qué crees tú que es lo que debería saber cualquier persona que quisiera dedicarse a la ilustración?
JO: Debería saber dónde se mete. Cuáles son las salidas reales que tiene esta profesión. Y luego, la única cosa que creo que distingue a un buen ilustrador de alguien que sólo dibuja es la curiosidad. Aparte de tener amor por lo que hace, debe ser una persona curiosa. La palabra "ilustrador" me parece preciosa: alguien que se mueve, como un viajero. Siempre he visto al ilustrador como un explorador, una persona que se enfrenta a cosas durante toda su vida. Aunque tal como se entiende en las editoriales es casi lo contrario: alguien que no se mueve.
P: Defíneme "ilustrar". ¿Qué es ilustrar?
JO: Yo entré en la ilustración para ganarme la vida, porque la historieta no me daba ni de comer, ni satisfacciones, ni casi libertad de hacer. Lo que pasa es que luego he encontrado que ilustrar es un oficio interminable. Es una forma tan interesante de contar tus cosas como la historieta. Parece que deba estar siempre supeditada a un texto, pero el ilustrador que piensa eso, el que es redundante, no pasa de ser un iluminador, alguien que saca brillo. Soy partidario de la ilustración no redundante, que complementa, que amplía.
P: ¿Cuáles son tus modelos, tus ilustradores favoritos?
JO: Volvemos a lo que decía antes de la curiosidad. Veo que hay gente que se preocupa por lo que hace. No sé, te nombraría entre los españoles a Calatayud, a Arnal Ballester, a Javier Vázquez, Isidro Ferrer... Son bastante personales. También es verdad que publican poco la mayoría de ellos. No sé si porque son así de personales o por otras causas. Desde hace mucho tiempo me interesan los ilustradores de los años cincuenta. Ben Shahn, Edward Gorey, Saul Steinberg, Ralph Steadman, Gerard Scarfe, Mattoti, Carlos Nine, Ronald Searle... Había un estudio de publicidad, el Push Pin Studio, donde estaban Seymour Chwast, Milton Glaser y otros. Todo lo que hacía esa gente me encanta. Siento una sintonía tonal con todos estos trabajos de los cincuenta y los sesenta. Me gustan mucho.
P: ¿Hay mercado para ese tipo de autores?
JO: Yo me imagino que sí. Tengo la intuición de que se puede vender cualquier cosa ahora mismo. Esa es un arma de doble filo. Si alguien tuviera la osadía de coger a Isidro Ferrer, por ejemplo, y colgarlo en el Prado... (Lo sacan en Lo + Plus, un desplegable en Tentaciones: "¡Por fin! Isidro Ferrer, genio plástico español...") Estoy seguro de que habría colas. Lo que pasa es que es una manipulación. Porque hay colas para ver una exposición de Goya y también para ver una película de estas que tienen una publicidad horripilante. A veces no es el mismo público, pero a veces tienes la impresión de que sí. Los videoclubes Blockbuster, por ejemplo, tienen un público al que no le gusta el cine especialmente y que no iba a los videoclubes pero que en cambio a Blockbuster si va. La gente lo que busca no es exactamente lo que vendes, sino ir al sitio, ser socio de Blockbuster. Luego vas allí y como hay películas, pues te las llevas y las ves. Los trabajos más difíciles se podrían vender bien si hubiera una intención por parte de la editorial. Pero las editoriales funcionan de maneras extrañas y son los comerciales los que tienen el poder de decidir qué se vende o no. El comercial, que debería ser el encargado de vender lo que la editorial ha producido, es quien impone su criterio para facilitarse el trabajo. Quiere que el producto se venda solo. Es justo el mundo al revés. Y volvemos a Blockbuster. En Estados Unidos tiene tanta fuerza que ha vetado la producción de determinadas películas porque ha considerado que no eran adecuadas para su videoclub.
P: ¿Es importante el conocimiento personal de los ilustradores?
JO: Para mí sí. Me gusta conocer ilustradores y tener pequeñas charlas de solidaridad lacrimógenas: "esto es una mierda", "va muy mal", "a mí me ha pasado no sé qué". Supongo que es un alivio balsámico que necesitamos de vez en cuando. Una cosa que sí me gusta hacer es el intercambio de productos, de dibujos, historietas, fotocopias, información. No puedo hablar por todos los ilustradores, pero a mí me parece interesante.
P: ¿Qué crees que es lo máximo a lo que puede aspirar un ilustrador?
JO: Hay satisfacciones a muchos niveles. Me imagino que será llegar a un punto en tu carrera en que puedas elegir tus trabajos y que las cosas que surgen de ti, personales, tengan una salida más o menos digna, que puedas editar los libros que te gustan. Yo creo que eso es lo máximo a lo que puede aspirar cualquier profesional. Que digas: "voy a hacer este libro sobre La Odisea", y que te digan "Adelante, toma tanto dinero, métete en tu casa..." etc.
P: ¿El ilustrador conoce al público para el cual trabaja?
JO: Yo no. Cuando publicas una obra en una editorial como SM o como Anaya y ves tu trabajo en Pryca, pues no sabes muy bien. Te llegan a casa las liquidaciones de derechos de autor y ves que se han vendido mil quinientas Arcas de Noemí. Muchas veces ves cómo compra la gente las cosas y dónde las promocionan y cómo... El Arca de Noemí se promocionó con un libro con ilustraciones de Gusti y un reloj de plástico en un cartón. Entonces, el que compra ese producto, ¿está comprando mi libro? ¿el cartón? ¿el reloj de plástico? ¿lo de Gusti? ¿o las tres cosas? Realmente no tengo ni idea.
P: Por último, ¿dónde aprendiste a dibujar tan bien calaveras?
JO: Lo que me hace gracia es que digas "tan bien", como si lo hiciera de una manera correcta. Lo de las calaveras surgió porque yo hice una publicidad para Madrid Comics. Iba a ser publicada en un fanzine donde había un artículo sobre Guadalupe Posadas, el grabador. Yo había visto alguna vez algún libro suyo pero no lo tenía muy localizado. Jesús Palacios, el chico que hacía el fanzine, me pasó unos libros de Posadas y me gustaron mucho. Yo supongo que en ese momento, algo ignoto y profundo que yo tenía latente se despertó, porque de pronto la calavera me pareció un personaje fascinante y sobre todo inmenso, al que podía dedicarme durante toda la vida. De hecho es una cosa que hago. En el cuaderno en el que trabajaba ese año se ve perfectamente cómo de pronto hay una calaverita en mitad de la hoja, pasas la página y hay otra aquí y dos allí. De pronto se va llenando todo. Entonces fue cuando decidí iniciar una especie de obra paralela con la calavera como fondo. La calavera y la muerte, supongo. Porque sí que hay rastros digamos macabros que empiezan antes de que yo me encuentre con la calavera. Posadas fue como un revulsivo, pero no empecé a mirar libros de calaveras, quién dibuja calaveras, cómo se dibujan las calaveras... Fue algo completamente natural. No sé si decir "natural", porque cualquier psicólogo diría...
P:Muchas gracias. ¡Suerte, lobitos!