24.6.08

ENTREVISTA A CARLOS NINE

Pregunta Los conocedores de su obra -ya sean seguidores, editores o colegas-coinciden en señalarlo como un artista plástico excepcional y consumado que, por elección propia, se ha volcado a la gráfica. ¿Por qué se autodefinió como una especie de fisgón (su término fue fronterizo) entre las artes plásticas y la gráfica?
Respuesta Estudié en las escuelas de Bellas Artes de Capital Federal, la Belgrano y la Pueyrredón, respectivamente. Mi idea era -y en alguna medida lo es- ser pintor, artista plástico, digamos. Cuando vi los personajes que engendraba la escuela, dotados casi todos de una hueca pedantería, sentí nostalgia por los estímulos visuales que me había producido la gráfica impresa. Y pronto advertí la superioridad profesional, la destreza y el coraje que exhibían los artistas populares respecto de los llamados artistas plásticos, a la hora de resolver problemas eternos y comunes, como el del espacio, de la forma, la composición y la técnica. Pongamos un ejemplo: Molina Campos.Heredé la colección de la revista Caras y Caretas que había pertenecido a mi abuelo, y allí estaban Zavattaro, Alonso, Gimenez, Málaga Grenet, Sirio...Casi nadie los conoce hoy. Comparados con estos artistas, los llamados "pintores de galería" siempre me parecieron colegialas desorientadas a la búsqueda de un novio.Cuando puedo, trato de contrabandear -tal como hacían los antes nombrados, en forma natural, sin proponérselo- elementos de la plástica a la gráfica, y viceversa.-Además, es un caso raro o atípico, porque se sabe que no todos los artistas plásticos tienen la capacidad de hacer ilustración, caricatura e historieta con un nivel superlativo. Adolfo Nigro (pintor) dijo en una oportunidad que, de joven, quería ser dibujante de historietas, pero desechó la idea al saber que no reunía las condiciones necesarias. Eso habla bien de la honestidad de Nigro y de quienes sí tienen la capacidad de hacerlo...-En todo este análisis no hay que dejar de considerar el esfuerzo por la preservación del coto de caza y de los intereses tribales. El pintor, en función, precisamente de ese instinto de conservación, rara vez reconoce su deuda con el campo gráfico, salvo en casos harto evidentes como los de Warhol o Lichtenstein, aunque, en los hechos, su forma operativa es similar a la de un ilustrador o historietista.Los gordos de Botero fueron concebidos con el mismo criterio práctico de instalar un personaje que el utilizado por los autores de Superman. Si nos hubieran dicho que los trabajos de Siqueiros u Orozco eran pequeñas témperas de 30 x 40, el comentario -seguramente discreto- sólo habría aludido a que eran buenas interpretaciones simbólicas, es decir, ilustraciones, sobre el sentido de la revolución mexicana. Pero, como el soporte es un gigantesco mural, coincide con un momento cultural y político exultante de la nación mexicana, interesa a coleccionistas norteamericanos, contrasta fuertemente con la abstracción en boga de ese momento, etcétera... Deviene "obra de arte".Lo mismo ocurrió con la insufrible Frida Khalo un poco más tarde, cuyo personaje era ella misma; y los galeristas, agentes, promotores y astutas feministas advirtieron a tiempo el negocio que tenían entre manos, sin olvidar la repetición machacona de su tragedia personal, que todo suma, ícaramba! Siempre aparece una oportuna oreja de Van Gogh, hay que buscar...En nuestro país, Antonio Berni hizo algo similar con la creación de Juanito Laguna y Ramona Montiel. Fueron procesados como personajes, como series, con situaciones determinadas y con hilo argumental, tal como una historieta. Y con enorme creatividad y talento.El estudio de estas relaciones interdisciplinarias debería ser objetivo sistemático y desprejuiciado de los teóricos del arte, tarea usurpada aquí por operadores que fungen como críticos, y que jamás ponen el ojo o la pluma en estos aspectos polémicos interesantísimos, ya que su obsesión es vigilar el rumbo de la manada. Es que su bienestar depende de la férrea solidez con que puedan mantener inconmovibles las fronteras de las zonas de poder. Del poder de ellos, claro. De esto sabía bastante el derrocado Glusberg, que jamás permitió que un artista gráfico expusiera en el Museo de Bellas Artes durante su despótico reinado, aunque quizá sea el menor de sus pecados, comparado con los famosos robos al museo. Que este personaje determinara qué era bueno o malo ilumina como un relámpago el desencuentro cultural que padecemos... aunque sería inexplicable sin el auxilio de innumerables cómplices mediáticos. Francia: el país esponja