“Los gnomos de largas barbas que van descendiendo en filas de arcilla; los duendes de madera esculpida; los silfos de manos de aire; las ondinas cuyas piernas se enredan en los pliegues del agua; las salamandras de labios de fuego; todo lo que está entre la materia bruta y la persona, ajeno a los cuatro reinos y al tiempo vinculado con todos ellos; ni piedra ni río, ni sombra ni metal, ni idea ni esqueleto, ni gaseoso ni sólido, ni carne ni pescado; todo aquello cuyo destino es permanecer para siempre atrapado entre la corteza y el árbol, los niños mal criados, las orugas en trance de convertirse en mariposas, los monos antropoides, las esfinges, las sirenas, los animales amaestrados, las quimeras, los hermafroditas, los grifos; todo aquello que duda entre un cubo de agua y una bolsa de avena; los asnos de Buridán, las manzanas de Newton y las estatuas de Condillac, los autómatas de Vaucanson; el sorprendente fenómeno de ósmosis a través de la pared llamada semi-permeable, las sales minerales en estado de sobrefusión, la amalgama de nieve y de barro con la que los esquimales cubren los patines de sus trineos, los becerros de cinco patas, los hombres-leones de circo, los homúnculos, las negrillas, los anfibios, las mandrágoras, los árboles secos con ramas como fantasmas, el agua del mar con suero sanguíneo, porquerías y corpúsculos vivos, las nubes bóvidas, las lluvias de gusanos, el granizo de sangre coagulada, las urracas ladronas, los aerolitos que simulan antiguas monedas, las escobas de grama; todo esto está en los poemas y otras obras de Jean Arp, que se precipita a su más extrema intensidad por la fuerza que desprende la erupción de un tal volcán de humor...” Texto de Michel Leiris publicado originalmente en 1929 en la revista Documents