INAUGURACION
MARTES 27 19:30 H
EDUARDO ALVARADO
del 27 de octubre al 9 de noviembre
Centro cultural Caja Rioja - Gran Vía
Gran Vía, 2. Logroño
De lunes a sábado, excepto festivos
De 18 a 21 horas
2009 óleo/lienzo 40 x 30 cm
Por Javier de Torre
La visita de esta exposición supone aproximarnos a un fragmento del viaje vital que recorre a diario Eduardo Alvarado cada vez que en sus manos toma un útil con el que imprimir su huella en el soporte elegido. Pero la excelencia del viaje no está en la distancia, sino en el descubrimiento que este produce en el viajero, en nuestra capacidad para el asombro ante todo lo que aparece ante nosotros, en empapar nuestra mirada con la belleza de las cosas aparentemente insignificantes con las que convivimos.
Tenemos la fortuna de visitar la exposición o, al menos, de tener este catálogo entre manos, pero mucha mas ventura tiene su autor; el ha tenido la oportunidad de “ver” de complacerse deteniendo su mirada en todo aquello que su vista recorre.
El tiempo mas valioso de esta exposición es el dedicado a la observación de la realidad, pero pertenece a su autor. En este viaje no hay fotografías, solo realidad. ¿Que saben las fotografías de lo que el pintor ve? ¿Que sabe de olores, de tacto, de sentimientos? Todo aquello a lo que los meros espectadores no podemos pretender mas que seguir el rastro y suspirar por conocer aquello que tenemos mas lejos y mas se nos resiste: la realidad que nos rodea. Nadie como Eduardo Alvarado para exprimir su jugo a todo aquello que los demás creímos estéril.
Un dibujo, una pintura, antes que una imagen figurativa es una obra abstracta, debe estar atenta al orden y a la relación de las diversas partes, a la relación de los elementos dentro del soporte, incluso a la relación de una obra con otra, pues una exposición debe leerse como una labor conjunta. El artista figurativo debe así aprovechar la experimentación realizada por el arte no figurativo, después puede tratarse de una mancha, de un retrato o de un paisaje, pero siempre serán obras sometidas a la solidez de la composición. Este compromiso con la unidad de la obra es aún mayor cuando solo puede ser mostrado un fragmento del total cada vez, siendo imposible avistarlo en su integridad. Sin embargo Eduardo Alvarado sabe muy bien que en un cuaderno existe una relación de una hoja con otra, desde la primera hasta la última página que lo conforma. Es consciente de la totalidad y no comete la simpleza de caer en la trampa de la aparente parcialidad.
Indudablemente el momento de mayor generosidad por parte de este creador en su permisividad a la hora de dejarnos acompañarle en este viaje es el de admitirnos en su intimidad. Mientras que el óleo, el acrílico, la pintura en general, está realizada para ser mostrada al gran público, el cuaderno pertenece a la alma del artista. Es el lugar en el que guarda sus ideas, sus dudas, sus fracasos y sus aciertos. El lugar donde están escritas sus fortalezas y sus debilidades. Donde el artista se muestra desnudo y vulnerable al ojo crítico del espectador, no siempre consciente de la lucha continua y de las dificultades a las que un artista comprometido se enfrenta.
La idea de que los dibujos formen parte de un conjunto, les confiere un carácter especial. El cuaderno es una obra cerrada donde cada idea, cada trazo, queda atrapado en ese mundo interior. No podemos alterar nada, no podemos descartar nada, ni ampliarlo cuando las hojas se han agotado. Cuando el cuaderno ha sido terminado, incluso cuando está en proceso de ejecución, podemos colocarlo en la biblioteca, pues se trata de ya una obra independiente. Los dibujos de un cuaderno, componen un grupo autónomo entre si, y se aprecian como diferentes si se confrontan con los de otro cuaderno, aunque hayan sido desarrollados por una misma mano. El cuaderno impone orden al artista, lo sea este o no. Son muchas las virtudes de este soporte, de ahí su éxito a lo largo de toda la historia.
En otras ocasiones el cuaderno se desgrana, o el artista realiza su obra en papeles independientes, atendiendo a su formato, textura y gramaje. Encontraremos entonces bocetos, apuntes, ilustraciones… pero también obras autónomas, no concebidas para su elaboración en otro soporte que no sea el papel que las contiene. Ese papel que al ser mostrado inmaculado en gran parte de la obra, pasa a ser tan protagonista de ella como cualquiera de la enorme variedad de pulsiones y técnicas gráficas con las que Eduardo Alvarado experimenta con igual dominio.
El artista solo nos permite acompañarlo en su viaje por los caminos iluminados, pero solo el puede conocer las truculencias del viaje. Ha navegado solitario por Aqueronte, Cocito, Estigia, Lete y Flegetonte y ha conseguido volver para narrárnoslo.
De esta descripción nace el interés por ser meridiano, por recordar el mismo datos de los motivos representados. Esta necesidad le lleva a incluir textos en algunas de sus obras. Puede tratarse de anotaciones personales subjetivas, pero también de detalles certeros que nos ayudan a esclarecer la razón de ser de esa obra, rompiendo así la apenas visible línea entre el dibujo y la ilustración, traspasando esta frontera con la misma facilidad en las dos direcciones. Como no podía ser de otro modo, los textos están agregados de manera esmerada, en función del conjunto, integrándose en el dibujo y pasando a ser parte indispensable del mismo.
Solo queda ya disfrutar del paseo por la obra que Eduardo Alvarado muestra en esta ocasión en la Sala de la Fundación Caja Rioja y que permite al espectador admirar la aparente facilidad en la ejecución en su obra. Una apariencia ilusoria que no es mas que el fruto de muchos esfuerzos, de muchas horas de estudio, de trabajo, de perfeccionamiento de algo que para el artista no es mas que el cumplimiento de su destino.
2009 óleo/lienzo 65 x 54 cm