8.8.10

EL MUSEO DEL PRADO

Cinco creadores 'esculpen' el paisaje de Santa Lucía de Ocón en la octava edición de 'Arte en la tierra' 
08.08.10 - 00:27 - LA RIOJA






Así debía de ser la Arcadia. Al menos durante una semana al año, Santa Lucía se parece al país mítico idealizado por los poetas y artistas renacentistas y románticos, donde reinaba la felicidad, la sencillez y la paz en un ambiente idílico habitado por pastores en comunión con la naturaleza. Al menos durante una semana, este pequeño pueblo del Valle de Ocón deja a un lado sus preocupaciones mundanas y se entrega al arte. Allí donde el resto del año todo gira en torno al campo, el sol y la lluvia, donde las campañas son buenas si son abundantes y de calidad, esta semana se recoge una cosecha estética que sólo cabe en el granero del alma. Y a la vez, los artistas, urbanitas habitualmente encerrados en sus estudios o exhibidos en las galerías, se mezclan estos días con las gentes rústicas, aprenden de sus labores e intentan comprender las callosidades de sus manos. Unos y otros se confunden luego en una fiesta que llaman 'Arte en la tierra' y que esta vez, la octava desde que un quijote con acento canario y tipo riojano inventase esta utopía, ha reunido a cinco creadores muy diferentes que han intervenido en el paisaje hasta convertirlo en un particular museo del prado.
En su exitosa exposición 'Turner y los maestros', el Museo del Prado muestra un cuadro de Gaspard Dughet titulado 'Paisaje ideal'. En Santa Lucía, el pequeño y humilde pueblo riojano del Valle de Ocón, que poco tiene que ver con la universalmente célebre pinacoteca madrileña, pero sí mucho con el land art desde que en el 2003 comenzase voluntariosamente a celebrar 'Arte en la tierra', llevan todo este tiempo siendo realmente el paisaje ideal, al menos una semana al año. Y ayer fue el día de demostrarlo.
Aquí el paisaje no sólo sirve de modelo al artista, plantado frente a él con su caballete de campo y su maletín de pinturas, como harían aquellos viejos maestros románticos. Aquí el paisaje es inspiración, sí, pero también soporte, material, herramienta, técnica e incluso autor y espectador. Es el paisaje total. El paisaje ideal. «Es el cuadro pintado al revés», como explica Félix Reyes, creador y comisario de la muestra. «Una vez -cuenta- se nos ocurrió hacer que cada vecino pintase su casa del color establecido previamente en una panorámica coloreada de todo el pueblo».
No llegaron a realizar el proyecto: otra vez el paisaje ideal. Y no por falta de colaboración de los vecinos; los habitantes de Santa Lucía, desde los mayores a los más jóvenes, se vuelcan siempre con su amigo 'Felo' en esta hermosa locura veraniega que ya ha hecho pasar por la localidad a medio centenar de artistas en ocho ediciones, desde los pioneros Demetrio Navaridas, Óscar Cenzano, José Carlos Balanza, Carlos Rosales y Carmelo Argáiz hasta los de este año. Con ellos 'Arte en la tierra' ha ido evolucionando; sus obras, más o menos logradas, han aportado diferentes visiones de esa mezcla primitiva de arte y tierra, pero el concepto, el ideal del paisaje, se ha mantenido como la luz del sol sobre los campos.
De aquellos trabajos casi titánicos bajo el sol abrasador con que comenzó 'Arte en la tierra', aquellas grandes espirales excavadas sobre el cerro a base de tractor y arado o las grandes acumulaciones de pacas de paja y los acarreos de rocas, se ha tendido a obras más intimistas y de menor formato, acaso más poéticas. La presente edición, inaugurada ayer tarde, es el mejor ejemplo: tres instalaciones comparten casi el mismo espacio, el bosquecillo que rodea la ermita del Carmen, y las tres además tienen la madera como protagonista.
Del exterior al interior
María Ortega se recrea en «el universo de las pequeñas cosas» y reflexiona con aparente sencillez pero con indudable sensibilidad sobre la relatividad del tiempo: la edad lenta y larga de los árboles frente al vértigo de la dimensión humana, vistas ambas a través de los anillos concéntricos de los troncos.
Bodo Rau, camaleónico, experimenta a propósito de la simbiosis entres especies, a veces beneficiosa, otras no tanto. Él hace dialogar arte y naturaleza en sentido positivo mediante esculturas que simulan ser ramas curvas alrededor de los olmos; y con connotaciones de denuncia en una serie de fotografías de troncos sobre esos mismos troncos, pero con heridas sangrantes y abiertas que hablan del dolor del medio ambiente.
Como habla de lo natural y lo artificial el viejo armario de Manuel Pérez, que ha regresado a sus orígenes de madera; de lo cotidiano y lo extraño, de lo íntimo y lo público, interior y exterior, masculino y femenino... Paradojas visuales, metáforas a campo abierto.
Nada decorativo, siempre combativo, ecologista y anticapitalista es el mensaje de François Méchain, que, ya fuera del bosque y la madera, en una era que domina el pueblo, recrea un mundo opulento e hiriente a la vez, como diamantes de sangre, pero de alambre de espino. Él, como un Atlas del arte, se compromete a sostener sobre sus hombros esa carga de todos. «Yo necesito el contacto con la tierra», afirma este singular artista, con un amplio bagaje en arte en el paisaje.
Comparado con él, Eduardo Alvarado es un recién llegado, y sin embargo, ha interiorizado como nadie la experiencia en la naturaleza: «Siempre pretendo que la pintura se exprese a través de mí y no al revés», asegura. Quizás por esa actitud de medium, su obra, siendo la de factura más tradicional y la única que se expone en un espacio cerrado, es la que más aprende del paisaje, la que más lo aprehende en sentido filosófico: llegando a la esencia sin juzgar, sin afirmar ni negar. «Pintar del natural aquí es pintar lo natural -explica-, pintar una piedra como si fuera un desnudo o un autorretrato». Como pintarse a sí mismo, como si él fuera esa piedra. Él es esa piedra. El paisaje interior. Paisaje ideal.
Regreso a la Arcadia
Turner y sus amigos se quedarían impresionados con la luz del Valle de Ocón en el crepúsculo, como se quedan, año tras año, los amigos de 'Felo', el verdadero artífice de esta Arcadia maravillosa. Ese quijote es el escultor canario-riojano Félix Reyes, Galardón de las Artes de La Rioja 2002, vecino de Santa Lucía y su verdadero impulsor en el terreno artístico, junto con su esposa, la pintora Rosa Castellot.
Esta pareja ha engendrado una gran prole de artistas, los ha cobijado en su casa, los ha sentado a su mesa, los ha cuidado... Les ha dado libertad para desarrollar sus proyectos y les ha ayudado a levantarlos. Junto a ellos, los vecinos del pueblo se suman siempre a las labores y comparten su orgullo cuando recorren la exposición el día de la inauguración, como ayer, entre amigos, visitantes y alguna autoridad. 'Arte en la tierra' sólo precisa un apoyo institucional y económico (que aportan la Consejería de Cultura y Fundación Caja Rioja) de 25.000 euros para sobrevivir. ¿Qué serían capaces de hacer con más?
Da lo mismo; a veces no es cuestión de dinero. A veces el mundo se toma un respiro. A veces no todas las páginas de los diarios las ocupan desastres y vergüenzas. A veces se hace sitio al arte por el arte. A veces el tiempo es agradable, la gente, hospitalaria y el paseo, hermoso: bajo el verde del encinar, sobre los campos amarillos, las cosechadoras han dibujado sin querer otro paisaje, acaso un paisaje ideal que sugiere que no siempre las cosas son lo que parecen y que el cuento puede cambiar si uno lo intenta: que no siempre labora la hormiga y canta la cigarra.