Son dos cráneos. El de la derecha -un poco adelantado y en posición invertida- oculta prácticamente al de atrás que, si no recuerdo mal, era más pequeño y apoya sobre la dentadura. Así pues, las zonas que reciben más luz de ambas piezas (como son el paladar de uno, y el hueso frontal y la osificación nasal del otro) están casi fundidas... He comentado en ocasiones que estoy interesado -y de ahí el título de la obra- por lo que no se ve pero se intuye. Es decir, si un realista pinta lo que ve, un abstracto lo que siente, y Munch decía pintar lo que recordaba... yo quisiera pintar lo que "es". Que en mi opinión no es lo mismo que se ve, puesto que muta con la iluminación, la distancia, el estado de ánimo con el que se mira, etc. ¿Y como pintar esto? Yo lo intento siguiendo los procedimientos metodológicos que creo haber descubierto en las obras de los maestros que me interesan. Pero asumido esto -sigo sobre todo una norma- me enfrento en cada momento a la obra como a la vida. Se que esto puede sonar algo místico y/o sobretodo chamánico, pero así es como lo hago: "bien despierto, con miedo, con respeto y con absoluta seguridad". Así que pinto sin idea previa y muy atento a todo lo que acontece. Sobre todo sin negarle el hálito a la propia pintura y a mi expresión más subjetiva. Intento entender la pintura a través de mi... saber que es lo que me quiere decir, que no puede ser exactamente lo mismo que les dice a otros. Para concretar, no vulnero ciertas normas que considero fundamentales, como el mantenerme siempre a una cierta distancia del modelo que me facilite una visión objetiva, mantener todo el tiempo la misma iluminación, o incluir algún tipo de coordenada o línea de referencia. Pero estoy interesado en la transmutación de la forma, que a veces casi creo apreciar por momentos, así que planteo un proceso vivo en el que casi todo es susceptible de ser revisado durante el trabajo. Como por ejemplo en esta pintura en la que la línea del fondo desaparece, los volúmenes se funden y la sombra aspira a ser una forma geométrica sobre la que el motivo, dispuesto de forma tan ambigua y tan abstraído, pueda apoyarse. Y sobre todo, trato de hacerlo -y el escribir esto no es una provocación- como quien trata de hacer bien el amor: con cariño, esfuerzo, curiosidad, pasión, sin complejos... y tratando de pasarlo bien. Pues este último sentimiento es para mi el termómetro que dicta la conveniencia de la acción. En este caso la de estar pintando eso y de esa manera.