26.6.08
CINCO LOBITOS
Javier Olivares: Eduardo Alvarado es el lobito más joven. Publicó Caja de Ruidos que fue el primer tebeo de la editorial Malasombra. Luego se ha dedicado a la pintura y ha hecho algo de prensa. Víctor Aparicio tiene bastantes facetas: pintor, cantante del grupo Los Coyotes (actualmente Víctor Abundancia sólo). Diseña, tiene un estudio de diseño que se llama Pocateja, con otro compañero suyo. Es el lobito más activo. Carlos Puerta es "el lobito raro". Así lo hemos bautizado, por ser el más realista dentro de las tendencias de los demás. A Carlos se le conoce últimamente por ser el ilustrador de las novelas de Alatriste, de Pérez Reverte, que le han lanzado a la fama y a la buena vida. Javier Vázquez también pinta, y se gana la vida como puede ilustrando libros de texto. Estudia psicología, con lo cual supongo que tarde o temprano nos abandonará a los ilustradores y se convertirá en un trabajador con sueldo. Pondrá una consulta, dará clases... algo serio.
JO: Debería saber dónde se mete. Cuáles son las salidas reales que tiene esta profesión. Y luego, la única cosa que creo que distingue a un buen ilustrador de alguien que sólo dibuja es la curiosidad. Aparte de tener amor por lo que hace, debe ser una persona curiosa. La palabra "ilustrador" me parece preciosa: alguien que se mueve, como un viajero. Siempre he visto al ilustrador como un explorador, una persona que se enfrenta a cosas durante toda su vida. Aunque tal como se entiende en las editoriales es casi lo contrario: alguien que no se mueve.
JO: Yo entré en la ilustración para ganarme la vida, porque la historieta no me daba ni de comer, ni satisfacciones, ni casi libertad de hacer. Lo que pasa es que luego he encontrado que ilustrar es un oficio interminable. Es una forma tan interesante de contar tus cosas como la historieta. Parece que deba estar siempre supeditada a un texto, pero el ilustrador que piensa eso, el que es redundante, no pasa de ser un iluminador, alguien que saca brillo. Soy partidario de la ilustración no redundante, que complementa, que amplía.
JO: Volvemos a lo que decía antes de la curiosidad. Veo que hay gente que se preocupa por lo que hace. No sé, te nombraría entre los españoles a Calatayud, a Arnal Ballester, a Javier Vázquez, Isidro Ferrer... Son bastante personales. También es verdad que publican poco la mayoría de ellos. No sé si porque son así de personales o por otras causas. Desde hace mucho tiempo me interesan los ilustradores de los años cincuenta. Ben Shahn, Edward Gorey, Saul Steinberg, Ralph Steadman, Gerard Scarfe, Mattoti, Carlos Nine, Ronald Searle... Había un estudio de publicidad, el Push Pin Studio, donde estaban Seymour Chwast, Milton Glaser y otros. Todo lo que hacía esa gente me encanta. Siento una sintonía tonal con todos estos trabajos de los cincuenta y los sesenta. Me gustan mucho.
JO: Yo me imagino que sí. Tengo la intuición de que se puede vender cualquier cosa ahora mismo. Esa es un arma de doble filo. Si alguien tuviera la osadía de coger a Isidro Ferrer, por ejemplo, y colgarlo en el Prado... (Lo sacan en Lo + Plus, un desplegable en Tentaciones: "¡Por fin! Isidro Ferrer, genio plástico español...") Estoy seguro de que habría colas. Lo que pasa es que es una manipulación. Porque hay colas para ver una exposición de Goya y también para ver una película de estas que tienen una publicidad horripilante. A veces no es el mismo público, pero a veces tienes la impresión de que sí. Los videoclubes Blockbuster, por ejemplo, tienen un público al que no le gusta el cine especialmente y que no iba a los videoclubes pero que en cambio a Blockbuster si va. La gente lo que busca no es exactamente lo que vendes, sino ir al sitio, ser socio de Blockbuster. Luego vas allí y como hay películas, pues te las llevas y las ves. Los trabajos más difíciles se podrían vender bien si hubiera una intención por parte de la editorial. Pero las editoriales funcionan de maneras extrañas y son los comerciales los que tienen el poder de decidir qué se vende o no. El comercial, que debería ser el encargado de vender lo que la editorial ha producido, es quien impone su criterio para facilitarse el trabajo. Quiere que el producto se venda solo. Es justo el mundo al revés. Y volvemos a Blockbuster. En Estados Unidos tiene tanta fuerza que ha vetado la producción de determinadas películas porque ha considerado que no eran adecuadas para su videoclub.
JO: Para mí sí. Me gusta conocer ilustradores y tener pequeñas charlas de solidaridad lacrimógenas: "esto es una mierda", "va muy mal", "a mí me ha pasado no sé qué". Supongo que es un alivio balsámico que necesitamos de vez en cuando. Una cosa que sí me gusta hacer es el intercambio de productos, de dibujos, historietas, fotocopias, información. No puedo hablar por todos los ilustradores, pero a mí me parece interesante.
JO: Hay satisfacciones a muchos niveles. Me imagino que será llegar a un punto en tu carrera en que puedas elegir tus trabajos y que las cosas que surgen de ti, personales, tengan una salida más o menos digna, que puedas editar los libros que te gustan. Yo creo que eso es lo máximo a lo que puede aspirar cualquier profesional. Que digas: "voy a hacer este libro sobre La Odisea", y que te digan "Adelante, toma tanto dinero, métete en tu casa..." etc.
JO: Yo no. Cuando publicas una obra en una editorial como SM o como Anaya y ves tu trabajo en Pryca, pues no sabes muy bien. Te llegan a casa las liquidaciones de derechos de autor y ves que se han vendido mil quinientas Arcas de Noemí. Muchas veces ves cómo compra la gente las cosas y dónde las promocionan y cómo... El Arca de Noemí se promocionó con un libro con ilustraciones de Gusti y un reloj de plástico en un cartón. Entonces, el que compra ese producto, ¿está comprando mi libro? ¿el cartón? ¿el reloj de plástico? ¿lo de Gusti? ¿o las tres cosas? Realmente no tengo ni idea.
JO: Lo que me hace gracia es que digas "tan bien", como si lo hiciera de una manera correcta. Lo de las calaveras surgió porque yo hice una publicidad para Madrid Comics. Iba a ser publicada en un fanzine donde había un artículo sobre Guadalupe Posadas, el grabador. Yo había visto alguna vez algún libro suyo pero no lo tenía muy localizado. Jesús Palacios, el chico que hacía el fanzine, me pasó unos libros de Posadas y me gustaron mucho. Yo supongo que en ese momento, algo ignoto y profundo que yo tenía latente se despertó, porque de pronto la calavera me pareció un personaje fascinante y sobre todo inmenso, al que podía dedicarme durante toda la vida. De hecho es una cosa que hago. En el cuaderno en el que trabajaba ese año se ve perfectamente cómo de pronto hay una calaverita en mitad de la hoja, pasas la página y hay otra aquí y dos allí. De pronto se va llenando todo. Entonces fue cuando decidí iniciar una especie de obra paralela con la calavera como fondo. La calavera y la muerte, supongo. Porque sí que hay rastros digamos macabros que empiezan antes de que yo me encuentre con la calavera. Posadas fue como un revulsivo, pero no empecé a mirar libros de calaveras, quién dibuja calaveras, cómo se dibujan las calaveras... Fue algo completamente natural. No sé si decir "natural", porque cualquier psicólogo diría...
CURSO AVANZADO DE DIBUJO
THE PYRAMID
Each session was three hours long and I would go to his studio in Wandsworth at least once a week - sometimes three. When I sat Euan would remark that it took at least 40 minutes for me to settle into the pose and my knees and back to lower to the correct level. I would aim to sustain the pose for at least 30 minute stints, Euan gave me a small clock that I could keep an eye on, tucked away from his view. Then I'd take a break for 5-10 mins, we'd chat and have a cigarette. At the begining of most sessions I couldn't sit for more than 20 mins - but by the last hour I could get up to 45. On a good day!
A bad day was mostly directed by the weather. For Euan much would depend on the light, from the skylights and a window that looked out onto a brick wall about 12 feet away. This wall would reflect light back into the room, so the room never seemed directly hit by sunlight, just its effects. I became very aware of the differences and still recognise certain days as ones that Euan would find perfect for painting. For me it was always cold in there, even with a radiator and a blow heater in extreme circumstances. Remaining still while being naked will always make you feel cold unless its on a sunny beach... and that was something Euan would definitely try to dissuade you from doing. When the summer came he'd find it exasperating when you turned up glowing from the sun and he dreaded it when I went abroad. As well as being away for a few weeks his work wouldn't be able to truly get going again until the tan faded. Although I do think he found the 'tan lines' interesting and how they fitted into his scheme of measurements.
Another thing worth a note, (along the same lines!) is that he'd often mark, in biro, dots and dashes on my skin, just like you can see in the picture. I'd then have to keep these marks between sessions, I'd have to ask my partner or friend to highlight them each day. Over the three years some would disappear and others would come about.
Euan was a fascinating person who I took great pleasure in sharing time with. I am not from an artistic background and we came from completely different worlds. During this time I took an Open University course in Modern Art and felt very priviledged to discuss aspects with him, going off afterwards across the river to The Tate or on to the The National to look at a certain painting he'd have suggested, then chatting about it at the next session. He'd sometimes say that if I'd lived a hundred years ago it would have been the life of a lady of leisure. I'd correct him and say if I had, I would have been a wench, a pickpocket, a drunk, a domestic...
When he finally said the painting was finished despite being so thankful it was at last over, I could have almost said 'lets do another' just to continue the routine of going to see him, as I knew I wouldn't get to otherwise. But it was great to be free of the responsibility and a few months after I became pregnant. I saw Euan at his Exhibition at Browse & Darby a year later just after my daughter was born... I have a 10 x 8 b/w photo of the painting and a colour print - cut out from the Observer's review and article about the exhibition. This is proudly framed! I await the day The Tate, or such like, issues a glossy full size poster!! I think a private collector probably bought it so sadly I may never see it again.
24.6.08
DER MALER EGON SCHIELE
Albert Paris Gütersloh (Wien 1887 - 1973 Wien)
Egon Schiele
Bleistift auf Papier
45,5 x 29 cm
Monogrammiert unten Mitte: PG
Rechts unten Stempel: Egon Schiele Archiv
Rückseitig signiert und betitelt: "P. v. Gütersloh: Egon Schiele."
ENTREVISTA A CARLOS NINE
PUZZLE
23.6.08
LEON GOLUB & NANCY SPERO
Las formas de Leon Golub y Nancy Spero se decantan por una figuración muy cercana al expresionismo, siendo la corruptibilidad humana el tema dominante de su obra, lo que les aproxima al espíritu existencialista y a la función humanista del arte. Si bien pueden encontrarse algunos rítmos estilísticos en sus trabajos, las verdaderas similitudes no están en el estilo sino en el carácter de la obra. Ambos artistas han producido un arte de contingencia más que de certeza. Rechazando los reclamos dominantes en búsqueda de la perfectibilidad en el arte, ellos insisten en un arte vinculado con el mundo, que lo enfrenta sin apologías ni súplicas, y sin recurrir a la piedad de "el arte por el arte" (Tal como lo expresó sucintamente Spero en 1994: «El trabajo más aceptable permanece dentro de un discurso circunscrito por la idea de arte en sí»).
15.6.08
CARTOGRAFIA
Nuevo disco de José Ignacio LAPIDO
Saludos. Por más que lo he intentado, el bello arte de escribir una hoja promocional es algo que se me resiste. Lo siento, he de reconocer que no sé "venderme" demasiado bien. Tomad esta nota como una simple invitación a escuchar mis nuevas canciones. Se trata de mi quinto disco en solitario y no me gustaría caer en el tópico de declarar que es lo mejor que he grabado nunca. Primero, porque no sé si es cierto -el tiempo lo dirá-, y segundo, porque eso os corresponde a vosotros. Del disco os puedo contar que ha sido grabado con el acompañamiento de mi banda habitual (Víctor Sánchez, Raúl Bernal, Popi González y Paco Solana), a la que agradezco su talento y dedicación. Además cuenta con las colaboraciones especiales de Quini Almendros tocando el pedal steel y de Nicolás Medina, que ha hecho los arreglos de cuerda para otro tema. Ha sido grabado en los estudios Producciones Peligrosas de Granada y, como es habitual, lo he producido yo mismo. En definitiva, se trata de doce nuevas canciones -¡nada más o nada menos!- que reflejan estados de ánimo, sueños, sentimientos y obsesiones. En clave real o en clave onírica, con acompañamientos más acústicos en unos casos y más eléctricos en otros: nubes y claros, como la vida misma. Pequeños mapas sonoros con los que he intentado describir el mundo que me rodea. Con la esperanza de que os guste. Ahí queda eso.
José Ignacio Lapido
CLARE MENCK
Aspects of still-life (as can be seen in some rare recent still-lifes) are also picked up in the figure paintings of this solo exhibition, a decade after completing her Master's degree in painting at the University if Stellenbosch. Vignette thus marks her return to the gallery of her alma mater and includes some work dating back as far as 1999 to augment the present work. These paintings elaborate on the simplified figure-furniture combinations that have favoured her attention sporadically yet persistently over 15 years.
Quite aptly, one of the works depicts the artist's son in front of an interior in a frame by Terborch (“Namesakes” 2007), thus paying homage to the Dutch tradition of interior painting.
THE EPHEMERAL WORLD OF HORST JANSSEN
Janssen is one of the greatest printmakers of the twentieth century. Dozens of monographs have been published about him. Horst Janssen is as famous in Germany as he is unknown outside its borders. Without doubt this has to do with his absolutely individualistic position in the post-war art climate. The visible world was always the point of departure for his work. This meant he was diametrically opposed to the spirit of the modernist schools in the second half of the twentieth century, where abstraction predominated. Now that figuration is an enduring feature of contemporary art, modern artists like Horst Janssen, whose work is more figurative, are at last getting the appreciation they deserve. In 1999 the Horst Janssen Museum, dedicated solely to his work, opened in Oldenburg, where he spent his youth and where he was buried in 1995. In Hamburg, where he was born in 1929, and where he continued to live and work after the war, there is a separate room in the Kunsthalle where his work is on permanent display. The exhibition in the Rembrandt House has been organized in close collaboration with these two museums.
Janssen was a virtuoso draughtsman with a highly individual use of line. This virtuosity and expressiveness is perhaps seen to greatest effect in his prints. It is therefore not surprising that Janssen regarded himself first and foremost as a printmaker, specifically an etcher. Like Rembrandt, Janssen experimented throughout his life with the expressive possibilities presented by the technique. On one of his prints, a reworking of an etched self-portrait by Rembrandt, he added the telling inscription: nach 'Ihm' (after 'him'). We may infer from this that he revered Rembrandt as his hero. Janssen was certainly also influenced by a great many other artists of the past-Callot, Segers, Goya, Füssli, Friedrich, Utamaro, Hokusai, Meryon, Klinger, Munch, Schiele, to name just a few-but to him Rembrandt was more than an admired exemplar: he saw him as a soul-mate. The Rembrandt House Museum is thus an entirely fitting venue for the first exhibition ever devoted to Janssen's graphic work in the Netherlands. His kinship with Rembrandt is most clearly expressed in his many self-portraits and landscapes, and it is for this reason that the works in the exhibition have been selected primarily from these areas of his immense oeuvre. Three essays in the publication accompanying the exhibition explore the areas where the two artists come together.
SKIZZE
I´M STILL HERE
Cornelius Tittel is cultural editor for Die Welt.
Translation: Nicholas Grindell
8.6.08
GUSTAV KLIMT EN EL REINO UNIDO
La Tate de Liverpool dedica una muestra a Gustav Klimt, la más importante organizada en el Reino Unido sobre este artista y con la que la galería quiere repasar la trayectoria del líder del movimiento de la Secesión de Viena que revolucionó la concepción artística a principios del siglo XX.
LA NATURALEZA
PARA NATHAN
de particulas rojas
de luciernagas violetas
un cuadro vacio y al instante
pintas un hombre solo
que no sabe llorar
Me refugio en tu sombra
tus besos me protegen
no me abandones
Suspiros de amor
oscuros deseos
se incendia el dolor
violencia en el cielo
demonios que atacan
amores que matan
cuchillos que brillan
en la oscuridad
Pero ciertas noches logro ser
un momento perfecto
no resiento este lugar
la luna se llena y me conecto
con mi padre tan solo
que no supo escapar
Me refugio en tu sombra
tus besos me protegen
no me abandones
Suspiros de amor
oscuros deseos
se incendia el dolor
violencia en el cielo
demonios que atacan
amores que matan
cuchillos que brillan
en la oscuridad Musica y letra: Gabriela
LA PEOR GENERACION DE DIBUJANTES
“El impulso realista se sentía en otros países en los años setenta y ochenta: en España, con la obra minuciosamente percibida y sin embargo estructuralmente expansiva de Antonio López García (n. 1936), cuyas naturalezas muertas prolongan la tradición del bodegón español del siglo XVII, todo quietud e intensidad molecular. El realista más interesante en Francia era un israelí afincado en París, Avigdor Arikha (n. 1929).
Pequeños, con colores de poca intensidad y nerviosos, los cuadros de Arikha implican una aversión al espectáculo, un hastío de la tiranía del impacto. Son imágenes sencillas, enumeraciones de objetos ordinarios –un par de maltrechos zapatos negros, una jarra de cerámica o un manojo de espárragos como los de Manet, envueltos en papel azul – registrados con una extraña corriente subterránea de malestar, e impregnados de un sentido de la dificultad que entraña cualquier clase de descripción. Tratando de estabilizar una visión en medio de una imprevisible frecuencia de manchas, la obra de Arikha es todo concentración y respira un aire de escrupulosa improvisación y ansiedad: “A estas alturas, copiar del natural la vida”, argumenta, “requiere tanto poder de transgresión como capacidad de dudar”.
La pintura realista también surgió de nuevo en Norteamérica, aunque de manera menos convincente que en Europa. Los cuadros de Andrew Wyeth inspirados en una mujer llamada Helga y ridículamente superpromocionados, parecen piadosos anuncios de desodorante al lado de la obra de Freud. Si bien muchos artistas norteamericanos ahora estaban reclamando atención por haber resucitado una tradición, y aunque eso mostraba hasta qué punto el temperamento del mundo del arte había cambiado de dirección separándose del vanguardismo, también estaba claro que muy pocos podían lograr los niveles que exige la tradición. La obra de esos artistas tendía a ser excesivamente declamatoria, como las enormes versiones que hizo Alfred Leslie de los cuadros de Caravaggio y de David; o si no, simplemente se trataba de pintura figurativa de tonalidad inerte, laboriosamente dibujada. Una excepción notable, que convirtió en virtud una fría y trabajosa aproximación al desnudo del estudio, fue Philip Pearlstein (n. 1924). Los cuadros de Pearlstein no tienen nada de seductores. Los cuerpos desnudos están cortados por los bordes del lienzo, como si hubieran sido montados en una moviola o fueran trozos de montajes fotográficos. La superficie pintada es sebosa, prosaica; el color, árido. Sin embargo, obras como Mujer desnuda en una mecedora (1977-1978) tienen una considerable intensidad como argumento visual. El dibujo desapasionado de Pearlstein otorga a toda la masa del cuerpo una presencia analizada, y en su perceptible vehemencia pensativa parece estar más allá del manierismo.
Aparte de Wyeth, el artista figurativo más popular en Norteamérica durante los ochenta seguía siendo un inglés, David Hockney (n. 1937). En la década de los setenta, los artistas norteamericanos consideraban que no valía la pena la idea de un cuadro descriptivo que fuera a la vez afable y serio, y la declamación visual de Hockney –objetiva, amable, pero agudamente perspicaz – era más disfrutada en las galerías que emulada en los estudios. En los años ochenta, su obra parecía única, un acto sin seguidores.
Quizá sólo un extranjero podía concebir una imagen tan afectuosa de la buena vida vacía bajo el sol californiano como la que vemos en La gran zambullida (1967), de Hockney, cuya índole moderadamente astringente la aleja del hiperrealismo norteamericano con sus exageradas acumulaciones de incidentes en el contexto suburbano, pero es la manifiesta maestría de los medios lo que le da vida a esa composición: el absoluto virtuosismo de Hockney para representar los blancos velos de agua que el cuerpo hace saltar en el aire tras ser engullido por el azul, la desaparición contemplada por la ausencia, con todos los grados de estilización en un equilibrio perfecto. No es de extrañar que Hockney, el Cole Porter de la pintura figurativa, tantas veces y tan exageradamente fuera considerado su Mozart.
Norteamérica también había ritualizado la exhibición de las heridas emocionales, la búsqueda de terapias; y eso, tanto como cualquier otra cosa, puede explicar el éxito de un pintor cuya obra se basaba en parte en las convenciones realistas: Eric Fischl (n.1951). En un cierto nivel, la obra de Fischl es puro Hollywood: un arte de emocionantes fotogramas pintados a mano, fragmentos de argumentos psíquicos que hablan del dolor agudo que produce el distanciamiento de los padres, la rebelión adolescente y la vacuidad de los suburbios. Fischl afirma que su tema es “la crisis de identidad americana, el fracaso del sueño americano”. Con un desprecio acongojado, sus anécdotas se centran en el mundo de la clase media blanca de la cual proviene. Son implacables en su odio a los adultos: un discontinuo y amargo serial, aderezado con tensión, farsa y miseria erótica. La tierra de Fischl es el Long Island suburbano, que huele a perros sin bañar, a líquido para barbacoa y a esperma. Un lugar impregnado de voyeurismo y de resentida tumescencia. El estilo de Fischl emana del realismo de los años treinta, principalmente del de Edward Hopper, con un toque retrospectivo de Winslow Homer, aunque sin el dominio pictórico y formal de ninguno de los dos. A pesar de los solecismos que abundan en el dibujo y de la torpe composición de sus figuras, la obra de Fischl ejerce una fascinación emocional en los coleccionistas norteamericanos muy parecida a la que suscitaba sir Luke Fildes con sus imágenes de huérfanos entre los filántropos victorianos.
En Estados Unidos la situación de la enseñanza de las artes plásticas no había favorecido a la pintura figurativa seria. En realidad, el sistema educacional estaba tan decididamente en contra del arte figurativo que casi cortaron sus raíces. Las tradiciones no se sostienen solas; se pueden destruir en una generación, o en dos, si no se enseñan sus rudimentos esenciales, y eso fue precisamente lo que hizo la educación artística modernista-tardía en Norteamérica; naturalmente, en nombre de la “creatividad”. Era bastante más fácil darle una nota de aprobado al alumno que fotografiara seiscientos cincuenta garajes en un barrio de las afueras de San Diego, o al que se pasara una semana encerrado, con una botella para la orina, en la taquilla del vestuario de la Universidad de California, en Los Ángeles, y llamarle a esa terrible experiencia “una obra corporal de largo encierro”, que hacer hincapié en pruebas de destreza técnica, aunque sólo fueran moderadamente exigentes y, por tanto, “elitistas”. Cuando Fischl era estudiante en California, a principios de los setenta, tuvo que sufrir esas “clases de vida” que consistían meramente en que los estudiantes dieran vueltas por el suelo desnudos, salpicándose unos a otros con pintura. Pero la secuela de este liberalismo educacional no se dejó sentir en toda su magnitud hasta que en los años ochenta tuvo lugar una resurrección descriptiva llevada a cabo principalmente por la peor generación de dibujantes en la historia norteamericana. En parte, el colapso de la formación se debía a la superabundancia: la proliferación de escuelas de arte, provocada por la falsa ilusión generalizada de que el arte era terapéutico. Durante la década de los ochenta, anualmente, salían graduados de las escuelas de bellas artes norteamericanas aproximadamente treinta y cinco mil pintores, escultores, ceramistas y otros “profesionales relacionados con el arte”, todos aferrándose a sus títulos. Es decir, cada dos años, el sistema educacional norteamericano producía tantos aspirantes a creadores como habitantes tuvo Florencia en el último cuarto del siglo XV. El resultado fue la pesadilla de un fourierista. Firme en su convicción de que nadie puede ser desanimado, el sistema de formación artística norteamericano en realidad había creado un proletariado de artistas a finales de los setenta, una reserva de talento inempleable, de donde podía abastecerse el mundo de la moda, absorbiéndolos (y, si era necesario, dejándolos tirados) más o menos a voluntad. Pero el confuso sentimiento de democracia estética que eso promocionaba también debilitó el ideal de maestría justo en el momento en que era atacado por todos los partidarios de la deconstrucción en el mundo académico. De este modo, la imaginería dominante de los medios de comunicación se reforzó, rebajando aún más el arte hasta reducirlo a la categoría de nota al pie de página. Una nube de desasosegada complicidad se instaló sobre la pintura y la escultura norteamericanas. Su emblema es un indefenso escepticismo ante la simple idea de un profundo compromiso entre el arte y la vida: el temor a que buscar un sentimiento auténtico sea mostrar un candor, abandonar la “criticidad” celosamente atesorada como artista.
El contraste entre nuestro fin de siècle y el del siglo XIX salta a la vista: de Cézanne y Seurat a Gilbert y George en sólo cien años. El año 1900 parecía prometer un mundo renovado, pero puede que algunos contemplen el advenimiento del siglo XXI con cualquier cosa menos escepticismo y pavor. Nuestros antepasados vieron los horizontes culturales en expansión, nosotros los vemos encogerse.
Sea cual sea la cultura que este milenio nos depare, no será una cultura optimista. Quizá los artistas estén ahora esperando entre bastidores, como hicieron hace un siglo, madurando lentamente, ensayando y poniendo a prueba las imaginativas visiones que les permitirán trascender las ortodoxias estancadas de su época, la retórica sin salida de la deconstrucción, la costra de las suposiciones del modernismo tardío sobre los límites del arte. Un exacerbado sentido de la ironía –el preservativo indispensable para el nuevo fin de siècle – nos hace temer que no estará esperándolos aquella noción de territorio virgen que sedujo al modernismo haciéndole avanzar. Pero ¿realmente podemos estar tan seguros? A lo mejor no es más que una coincidencia, pero quizá no, el hecho curioso de que los nuevos ciclos creativos en la historia del arte, tras períodos de agotamiento, se sitúen con tanta frecuencia entre los años noventa y treinta. Los lineamientos esenciales de la pintura del siglo XIV quedaron definidos hacia 1337, cuando Giotto murió. Las principales formas visuales del Renacimiento florentino ya habían sido creadas por Masaccio, Brunelleschi y Donatello en 1428, más o menos cuando murió Masaccio. Entre 1590 y 1630, Caravaggio, Rubens, Bernini, Poussin y los Carracci rescribieron el lenguaje del arte occidental. Otra “radicalización” similar tuvo lugar entre 1785 y 1830 con David, Goya, Turner y Constable. En todos los casos, tras el primer torrente de ebullición creadora, sobrevenía una disminución de la creatividad, una academización y una sensación de estancamiento que fomentaba las dudas acerca del papel, la necesidad e incluso la supervivencia del arte. Y así también ha ocurrido en nuestro siglo.”
EUROP´ART
INVENCION DE FORMAS
3.6.08
BLOOM
JOBY BAKER
A recurrent theme in Joby Baker´s work is the isolated figure of a man. While he was framing the pictures for a exhibition, Joby had a dream that throws light on his work as a whole, but especially on the pictures of single standing figures. He told the dream to his wife, the singer and composer Dory Previn, and she wrote it down as follows:
Dreamed I was naked.
Standing in front of a
black-board
Trying to make out my reflection
In the dull dark surface.
If I gazed hard enough
I could see parts of me
Reflected
But not all.
I take a piece of chalk
And start outlining
My form.
trying different angles,
I decided on drawing the
figure
Facing front
With arms at my side.
In the dream
I comment,
"This looks just like the
paintings."
Using the black as shadow,
Chalking the light areas,
I finish.
Then get a feeling
The work is accepted,
Framed,
Appreciated.
NEUE GALERIE: KLIMT RETROSPECTIVE
Gustav Klimt's 1907 portrait of Adele Bloch-Bauer...is now aptly installed like a trophy head above the mantelpiece in Mr. Lauder’s Neue Galerie for German and Austrian art. Jon Stewart was joking on “The Daily Show” the other night about what that little green patch in the corner of the picture must be worth. You can’t buy publicity like that.Well, maybe Mr. Lauder could. The portrait cost him the equivalent of the combined gross domestic products of Kiribati and São Tomé and Principe. It’s a large, hallucinatory square of spectacular gold filigree. Adele looks almost as if she has inserted her head into one of those carnival cutouts, her thin face partly cast in shadow, obscured by the glare. Her lips are parted, eyelids heavy, cheeks pink. The eyes are two big, brown almonds. The overstuffed headrest of her chair makes a halo of beetle-wing delicacy. Monogrammed, her gown undulates with gently raised letters. And that green patch Mr. Stewart likes so much is a glimpse of emerald floor, thrusting the picture into depth. The coup de grâce is a spider web of hands, a classic Klimt touch of decadence, clasped so that one wrist bends at a rakish right angle.She’s half queen, half Vegas showgirl. The perfect New Yorker. It would be churlish of art lovers in the city not to thank Mr. Lauder for the portrait that for decades was a Viennese civic symbol. Its passage, there to here, is quite a saga. Ferdinand Bloch-Bauer, a wealthy Jewish industrialist, commissioned Klimt to paint his wife, twice. Klimt obliged, so the story goes, by making her his mistress. Public-spirited, she willed her art to Austria. Then she died of meningitis, at 43, in 1925. Ferdinand had to flee the Nazis 13 years later. They seized the family’s paintings; the family castle in Bohemia went to Reinhard Heydrich, the murderer of Wannsee; the family home in Vienna went to the Austrian national railway, which shipped Jews to the camps; and the diamond choker that Adele is wearing in the portrait went to Hermann Goering for his wife. Hitler apparently balked at acquiring the family porcelain. Too expensive, he said. And then, for more than 60 years, the Austrian government refused to return the paintings to the family, although Ferdinand had redone Adele’s will. Led by his niece, Maria Altmann, now 90 and living in Los Angeles, the Bloch-Bauer heirs finally won a court battle in January. In a nod to the city where she settled (her lawyer, by the way, is the grandson of another exile in Hollywood, Arnold Schoenberg), Mrs. Altmann lent the pictures to the Los Angeles County Museum of Art in April. Meanwhile, Mr. Lauder was negotiating the purchase of Adele, and arranging for this show to stop here. It includes the second Adele, painted in 1912. No longer gold and Byzantine with Egyptian flourishes, instead flowery, sketchier and brightly colored, like a Japanese print, she wears a halo made out of the brim of a huge black hat. Her dress is high-collared, not off the shoulder, her body face-forward and erect, a slender, sinuous Coke bottle shape, more chaste than carnal. This older Adele gazes at some spot just over our heads — she’s still regal but less Vegas. More Aubrey Beardsley via Edith Wharton.The other Bloch-Bauer pictures are landscapes; the earliest one, from 1903, of a birch forest, is exquisite: an archetypal Klimt mix of uncanny naturalism and geometric abstraction. Its forest floor makes a mosaic of Pointillist dots, broken up by irregular vertical stripes of perfectly real trees receding into idyllic space. For Klimt, bodies were erotic, nervous subjects, ripe for pornography; landscapes were Edenic. The Bloch-Bauers also acquired a picture he painted of an apple tree and an unfinished jigsaw-puzzle view of houses on the shore of the Attersee, where he spent summer vacations. Neither is great. But like the two Adele portraits, they raise the question whether, had he not died at 55, in 1918, Klimt would have ended up a pure abstractionist like Mondrian. The four pictures are on the market, Mrs. Altmann has said. She and her relatives are cashing in, which is their right. They offered the Austrian government a chance to buy the whole collection for about the money that Mr. Lauder reportedly spent on Adele. The Austrians balked. Too expensive, they said.When the Metropolitan spent $5.5 million on Velazquez’s portrait of Juan de Pareja in 1970, it was a scandal; now it seems cheap for one of the great paintings in the country. The sums that places like the Museum of Modern Art squander on mediocre buildings, which become obsolete the moment they open, are scandalous. The art market operates according to its own logic, which may have nothing to do with the quality of the art. Value is not price — whether the issue is a Klimt, or a ballplayer, or a chief executive paid millions of dollars, who runs his company into the ground. But Oscar Wilde had it right about cynics, price and value. It’s only natural to play the skeptic when the art world is a circus of profligacy, drunk with cash, and when dimwitted speculators make headlines, wasting fortunes on bad art. Who knows what the most money paid in private for a painting really is: maybe $135 million. For that amount, assuming it is what Mr. Lauder paid, his portrait of Adele, a hedonistic masterpiece, will be talked about in terms of how many lives might have been saved or how many lifted from poverty for this sum. As for the border separating public interest from private enterprise, it has never been fixed. The Neue Galerie is Christie’s annex now, exhibiting paintings for sale ($15 general admission, no children under 12 allowed), whose display is also a public service.Someday Adele will be seen for just what she is: beautiful, a gift to the city. And $135 million may even come to look like a bargain. Besides paintings and drawings, the exhibition contains rare vintage documentary material, ranging from letters, photographs, and personal effects, such as the artist’s cufflinks and seal (both designed by the architect Josef Hoffmann), to the only known surviving example of the painting smock that Klimt wore. As a special addition to the exhibition, the Neue Galerie is presenting the re-created interior—based on original floor plans and a 1912 photograph—of the receiving room from Klimt’s studio at Josefstädter Strasse 21, Vienna, which was occupied by the artist from 1892 until the summer of 1912. The display includes the original furnishings designed by Josef Hoffmann, executed by the Wiener Werkstätte. On the lower level of the museum is a display of children’s drawings created by students in Vienna, ages 10 to 14. The drawings are based on the departure from Austria of the Klimt painting Adele Bloch-Bauer I. They are presented at the Neue Galerie under the title “Adele Comes to America.”